jueves, 8 de agosto de 2013

El Ángel de Balanza... Alejandro Castro (cuentista hondureño)

El Ángel de la Balanza (cuento de Navidad)


Por Alejandro Castro

Es fácil leer en los ojos de los niños las fantasías que hacen ronda en sus cabecitas, cuando se asoman a las vitrinas iluminadas,  donde la Navidad desparrama su pequeño y florido mundo. ¡Quién no los ha visto transportados a ese universo mágico que se mueve según sus propias leyes y tiene conceptos propios de la dimensión y del color! La vitrina es una ciudad de juguete por cuyos misteriosos vericuetos deambula la personalidad íntima del niño, absorbiendo intensamente todo lo que hay allí de maravilloso o increíble, disfrutando con todas sus fuerzas emotivas de una realidad que solo él comprende y que es tan válida como la otra —la que se extiende fuera de ese recinto embrujado de paredes de vidrio— pero más deseable porque no conoce el desencanto.
Si el niño tiene esperanzas fundadas de posesionarse de las prendas que relucen en ese bazar de ensueño, su mirada brilla con el gozo anticipado de la conquista. Si es de la grey cuitada de los que nacieron con el sino de ver convertidos en imposibles sus menores deseos, entonces despedirán sus ojos un rayo apasionado y ardiente que es como luz sideral que envía una lejana nebulosa en la cual empieza a formarse el vórtice del resentimiento. El héroe de nuestra pequeña historia era de estos últimos.
Pongamos que tuviera diez años, edad en que la vida se sirve revelarnos ya que el mundo está integrado con fuertes dosis de amargura. Digamos que era lustrabotas, o que se ganaba el sustento “haciendo mandados” o “metiendo leña”, porque es imprescindible para los efectos de su pequeña aventura que el muchacho disponga de un pequeño capital. Lo concreto es que a esa temprana edad ya podía pagarse su vestido y su alimentación, como sucede con tantos niños de este país que tienen por madrastra a la miseria. Este jovencito, todo un hombre de pueblo, no disponía de más socorro que el muy liviano que podía prestarle su madre, humilde señora a quien se le iba la existencia entre los ajetreos del “planchar ajeno” o “el servir” en las casas acomodadas, o el lavar en el río. Él y su madre eran dos pobres náufragos agarrados a la tabla de salvación de trabajos infames y mal remunerados.
Nuestro héroe —a quién estamos tentados de llamar Ángel, por lo que en esta historia llevó a cabo— andaba alborotado con la llegada de la Pascua. Las tiendas habían abierto sus escaparates como si fueran puertas de entrada a un mundo extraterreno donde aviones de alas purpurinas planeaban con sus cuatro motores sobre trenes argentados; ejércitos de indios pieles rojas esperaban en sus cajas el grito de batalla; arcos y flechas se ofrecían al osado cazador y revólveres con mango de concha nácar dormitaban en sus fundas, invitando a la lucha de vaqueros y bandidos. Ángel —pues ya hemos aceptado este apelativo para protagonista— pasaba y repasaba frente a los mostradores, preguntándose cuánto costaría ese tanque o aquel hermoso autobús. Por la noche, dormido plácidamente en su catre, se convertía en piloto de un avión a chorro o en conductor de una vertiginosa motocicleta.
Y, no obstante, fue un personaje casi insignificante, un ente anónimo de la sociedad jugueteril, quien capturó todas las simpatías del pequeño. Era un señor de nariz colorada, ojos picarescos, sombrero ladeado y traje a cuadros, cuyas rayas multicolores revelaban una elegancia algo arrabalera pero pintoresca y enérgica. Cuando se le daba cuerda al fulano empezaba a caminar cual si estuviera ejecutando una danza grotesca, miraba a uno y otro lado con sonrisa cínica y temblaba espasmódicamente como si lo sobrecogiera el baile de San Vito. Ángel se moría de la risa siempre que los dependientes ponían en movimiento al inquietante personajillo y se formulaba el voto de comprarlo a toda costa. ¿Imaginan ustedes el triunfo de soltarlo a caminar en la rueda de amigotes que todos los días se reunían en el parque? Los aires que podría darse cuando le dijeran: ¡Dale cuerda! ¡Dale cuerda! Es claro que sus compañeros lo iban a considerar como el pequeño empresario, al afortunado manager de un artista estrambótico que derrochaba a su paso el mar de la gracia.
—¡Voy a ahorrar!— dijo Ángel. ¡Voy a comprarlo!
Y en lo sucesivo fue guardando una parte del producto de sus “lustres”, de sus “mandados” y de sus “metidas de leña”. Conservaba su pequeño ahorro metido en el nudo de un pañuelo y primero le hubieran arrancado la vida que su oculto tesoro.
¡Qué bonita parecía la Pascua el día en que se encaminaba a la tienda apretando el fruto de sus penas bajo el bolsillo del pantalón! Llevaba consigo el precio del juguete y sentía por todo el cuerpo el extraño gozo de quien va a rescatar a un prisionero que por largo tiempo ha estado sufriendo inmerecido encierro. Era tarde. Brillaban los focos del alumbrado público y los faros de los caros. Pero casi todos los almacenes que mantenían abiertas sus puertas, porque pareciera que todo el mundo experimenta un placer especial en dejar sus compras para última hora.
Entró a la tienda. ¡Allí estaba su hombre, viéndolo de lado con las cejas enarcadas, como si lo invitara a una travesura.
Estaba buscando un dependiente a quien dirigirse cuando vio a su tocayo, el ángel. En un punto del espacio donde se cruzaban las luces de dos lámparas fluorescentes, allí estaba él, sereno, magnífico, balanceándose levemente en la atmósfera cargada de un suave aroma de fiesta y de misterio. El niño miró furtivamente en todas las direcciones para cerciorarse de que sólo él se había percatado de la visión alada. Nadie se daba por enterado.
Ángel sospechaba que nadie más podía contemplar al mensajero de los céfiros, porque era casi transparente. Parecía hecho en celofán y sus alas eran apenas unas finas estrías que brillaban a trechos. El rostro era tan blanco como las nubes cuando les da de lleno el sol veraniego y los ojos lo miraban con serenidad inmutable, severos, aunque dulces. El ángel se parecía mucho, muchísimo, a sus congéneres de la Catedral, esos que salían en andas en las procesiones de Semana Santa, con la mano levantada a la altura de la cabeza, como si fueran bendiciendo. Y el ángel tenía una balanza en la mano derecha.
El niño había tenido ya varios encuentros con la diáfana imagen. Éste era el ángel de la guarda de que le hablara a su madre desde que era muy chico. Como un ave majestuosa de plumas cristalinas, se le aparecía súbitamente siempre que estaba a punto de tomar una decisión difícil. Silencioso, lumínico, esperaba que el muchacho formulara su voluntad, para disiparse luego en el espacio con menos ruido que el roce de una pluma en el viento. Era un ángel guardián peculiar, porque, además, estaba encargado de juzgar sus acciones.
Ángel, el terreno, sabía que en esa balanza estaban acumuladas sus buenas y malas acciones. Esto era lo que hacía tan imponente y solemne la presencia del alado juez, pues nunca se retiraba sin haber puesto los actos del niño en el platillo justo. En esto era inexorable. ¡Y cuán recargada estaba la balanza del lado de las acciones censurables! ¡Allí había de todo. Cabezas rotas, insolencias con la madre, pequeños latrocinios, abundantes mentiras, malas palabras, peores hechos, ira, egoísmo, mucho vagabundeo, poco de iglesia, nada de escuela, focos quebrados a hondazos, dinero perdido a los naipes. ¡Qué confusión de cosas de las cuales se sentía avergonzado! ¿No iría el ángel a poner su muñeco entre el montón de culpas multiformes?
Parecióle al niño que su ángel movía levemente las alas y que en una brisa muy tenue le llegaba el recuerdo de su madre. Ella no tendría seguramente quien le diera sus “pascuas”. Ella estaría hoy, como todos los días, pegada a un montón de ropa almidonada, plancha en mano, yendo y viniendo del fogón a la mesa de labor. ¿Quería él a su madre? ¿No la tenía casi olvidada? Pues salía de la casucha muy de mañana y no volvía sino hasta bien entrada la noche. ¿No sería su madre demasiado pobre, no se sacrificaba demasiado por él? ¿Y él, que le daba en cambio, además de sinsabores? En esa tienda prosaica y entre ajetreo de la gente apurada, se produjo esa noche el milagro más puro de la Navidad. Todo lo que la santa fiesta tiene de amoroso sentimiento, de limpio, de fragante, se condensó pronto en el corazón del niño, inundándole de piedad filial. Fulminantemente, y como si hubiera estado al borde de abominable tentación, renunció a su juguete, al hombrecillo de cuerda con la chaqueta pintarrajeada. Con un vigor que nacía de la más sólida certidumbre, se acercó al dependiente más cercano y le dijo sin vacilar:
—¡Quiero un corte para vestido de mujer!
El hombre le mostró varias piezas de género y después de murmurar las trivialidades propias de su menester, agregó:
—Si es para tu mamá, este le quedará muy bien.
Convinieron el precio y todavía dijo Ángel:
—Envuélvamelo en papel de regalo…
El otro ángel, el que se columpiaba arriba en una nube de oro, sonrió miríficamente, puso la balanza a nivel y como un soplo se fue a dar cuenta de su hallazgo.
El niño apretó el paquetito bajo el brazo y salió corriendo en derechura a su casa. La prisa ponía alas en sus pies

La Bondad

La Bondad
Definición:
Calidad de bueno. Excelencia, realce. Natural inclinación a hacer el bien. Acción buena. Blandura y apacibilidad de genio. Amabilidad de una persona respecto a otra.

La Bondad:
Bondad. Natural inclinación a hacer el bien. Compasión. Sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias. Compromiso. Obligación contraída, palabra dada. Solidaridad. Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros. Comprensión. Actitud tolerante para entender a los demás.
La bondad es la disposición permanente a hacer el bien, de manera amable, generosa y firme.
Las personas bondadosas sienten un gran respeto por sus semejantes, y se preocupan por su bienestar.
Si alguien no está en buena situación y necesita ayuda, el bondadoso no duda en ofrecérsela, y lo hace sin ofender, amorosamente y poniendo un gran interés en ello.
Ser bueno no quiere decir blando, sumiso, ingenuo ó sin carácter, como a veces se cree.
Al contrario: los buenos se distinguen por su fuerte personalidad, la cual se traduce en inagotables dosis de energía y optimismo, y se refleja en su cálida sonrisa y los sentimientos de confianza, cariño y respeto que infunden a su alrededor.
 
La compasión y tú
La bondad es una disposición de la inteligencia y los afectos para buscar el bien y el desarrollo de los demás. Mientras la compasión consiste en ayudar a quienes viven situaciones difíciles para evitar su sufrimiento, la comprensión nos permite entenderlos. Esas ideas se relacionan con un firme sentido del compromiso: no se trata sólo de dar palmadas al hombro y desentendernos de los problemas ajenos, sino de ejercer un conjunto continuo de acciones en bien de los demás, aun cuando no obtengamos más beneficio que el gusto de ayudarlos. La solidaridad culmina el proceso en un horizonte mucho más amplio: muchas personas se unen para apoyar a quienes apenas conocen, pero saben que sufren.

El antivalor y sus riesgos
La indiferencia con respecto a los demás reduce la posibilidad de establecer vínculos estrechos y de recibir ayuda al necesitarla. En muchas ocasiones termina por deteriorar nuestra propia calidad de vida.
Larvas y mariposas
La bondad es la manifestación de las mayores cualidades que pueden alcanzar un hombre y una mujer: sentimientos nobles, inteligencia para comprender a los demás y capacidad de ayuda. Sirviendo a los otros, llevan a la máxima altura su potencial como humanos.
En el otro lado se encuentran las personas indiferentes, aquellas que son insensibles a lo que ocurre a quienes las rodean. Junto a ellas se sitúan las que permanecen en el reino de las buenas intenciones y no deciden actuar. Pero en el verdadero extremo contrario están las personas malas que, en vez de promover el florecimiento de los demás, buscan la manera de impedirlo y efectúan acciones con ese propósito. Ocasionalmente triunfan, pero es sólo en la superficie: en el fondo están derrotadas porque su corazón ya no les habla. Construyendo el perjuicio de los demás crearon el propio, optaron por ser larvas y renunciaron a transformarse en mariposas.
Más allá de los resultados prácticos, los buenos siempre triunfan por su actitud, por la claridad de pensamientos e intenciones.


Conoce a
El pobre de Asís
Francisco de Asís (1182-1226) nació en Asís, Italia.
Era hijo de un riquísimo comerciante de telas. De pequeño recibió una excelente educación, fue gran aficionado a la lectura y hablaba diferentes lenguas. No aprobaba el excesivo interés por el dinero que manifestaba su padre y renunció a continuar el negocio familiar. Se propuso cuidar a los leprosos que vivían en un hospital cerca de su pueblo natal y restaurar una iglesia en ruinas. Su padre se molestó por esa vocación, lo castigó y le quitó toda clase de ayuda material, pero no logró doblegar sus buenas intenciones. Francisco devolvió hasta su ropa; vestido con harapos y descalzo, fundó un grupo de personas dedicadas al trabajo manual, el servicio a los demás y la protección de los animales. Convencido de la religión católica se dedicó a predicar sus principios. Sin embargo, conoció las necesidades y ayudó a quienes tenían una religión distinta difundiendo siempre los valores de la humildad, la sencillez y la armonía entre los seres que forman el mundo.

El origen de la Cruz Roja
El 24 de junio de 1859 en Solferino, Italia, se enfrentaron las tropas francesas con el ejército austriaco para obtener el control del territorio. El combate fue de una violencia extrema: en unas horas produjo 6,000 muertos y 40,000 heridos. No había ambulancias, médicos ni material para curarlos. El ciudadano suizo Jean Henri Dunant (1828-1910) atendió a algunos enfermos. Impresionado por los hechos, en 1862 publicó el libro Un recuerdo de Solferino, donde llamaba a establecer un servicio médico internacional y neutral para actuar en situaciones así. Su solicitud tuvo gran eco: en 1864 se fundó la Cruz Roja, la organización de ayuda humanitaria más importante del mundo.

«PARA SER BUENOS»

a.- Mantengamos una actitud amable, abierta y generosa hacia los demás.

b.- Abriguemos compasión hacia las personas que sufren.

c.- Mostrémonos siempre dispuestos a ayudar al que lo necesite.


«LA FALTA DE BONDAD»

La falta de bondad es consecuencia del egoísmo, la mezquindad y la ausencia de grandeza humana.

El que no es bueno es incapaz de sentir compasión y ve a los demás como rivales ó enemigos en potencia, a los que sería una imprudencia ayudar, y de los que hay que cuidarse en extremo.

Se siente más seguro cultivando la desconfianza, el rencor y el odio que la simpatía ó la amistad, y prefiere anular ó destruir a sus semejantes que conocerlos ó dialogar con ellos, a menos que pueda sacar algo para su propio provecho.

La falta de bondad nos deshumaniza y nos convierte en personas indeseables e insensibles, con las que la vida en comunidad se torna difícil e incluso peligrosa.


«OBSTÁCULOS PARA LA BONDAD»

a.- El desconocimiento casi absoluto de los valores humanos por parte de quienes practican el crimen en todas sus formas, como un medio de conseguir lo que quieren.

b.- El culto al autoritarismo y la dureza de corazón como manifestaciones de poder y fortaleza.

c.- La idea de que ser buenos es sinónimo de ser bobos.


Base Bíblica
→ Mas el fruto del espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
                                                                                      Gálatas 5.22
→ (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad)
                                                                                    Efesios 5.9
→ Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, pero hombre de verdad ¿Quién lo hallara?
                                                                                    Proverbios 20.6




viernes, 31 de agosto de 2012

Mensajes Subliminales en las Caricaturas

                

En los programas que comúnmente miramos hay mensajes ocultos o subliminales que entran en nuestro subconsciente y no nos damos cuenta, a continuación se presentan algunos casos:

 7 MENSAJES OCULTOS EN LAS CARICATURAS DE LOS PITUFOS





1. De acuerdo, los Pitufos son la representación de los siete pecados capitales:
¨Pitufina¨ (única hembra de la especie), lujuria.
"Pitufo Dormilón", pereza
"Pitufo Cocinero", gula
"Pitufo Gruñón", ira
"Pitufo Filósofo", envidia
"Pitufo Goloso", avaricia
"Pitufo Vanidoso", soberbia

2. Por si esto no fuera poco, en la danza de Los Pitufos todos se tomaban de la mano mientras cantaban y bailaban en la obscuridad del bosque alrededor de una hoguera, elemento común de muchos ritos paganos.

3. Si recuerdan, al pitufo bebe lo traía la cigüeña en cada luna azul, evento que se da una o dos veces al año, y que coincide con las fiestas:
A) Noche de Walpurgis  es una festividad celebrada en la noche del 30 de abril al 1 de mayo en grandes regiones de Europa Central y el Norte. También es conocida como la noche de brujas.
B) Halloween o Noche de Brujas es una fiesta que se celebra principalmente en Estados Unidos en la noche del 31 de octubre.

4. Se dice que su creador, el Belga Pierre Culliford "Peyo" (1928-1992), hizo un pacto con el diablo para la creación y el éxito de estos diminutos seres azules.

5. Hay quienes aseguran que en el sillón de Papá Pitufo puede verse claramente el signo del Pentagrama que es una estrella de cinco puntas dibujada con cinco trazos rectos. Que si bien tiene un origen simplemente pagano, ha sido históricamente asociado a la magia negra.

6. Otros rumores afirman que la aldea era en realidad una sociedad comunista. En la que todos los pitufos ocupaban un rol, pero eran iguales socialmente: todos usaban la misma ropa, y el líder se vestía de rojo. Papá Pitufo era una caricatura de Karl Marx (1818-1883), y Pitufo Filósofo era una de Lev Davídovich 1879-1940), más conocido como León Trotski. De la misma forma, el "malo", es decir Gargamel, era un tipo que buscaba romper ese paraíso para conseguir el oro, o sea la ganancia capitalista. Se llegó a decir, incluso, que SMURF (nombre original de Los Pitufos) significaba "Socialist Men Under the Red Father".

7. Al ser vinculados con prácticas demoníacas, corrió el rumor que algunos de los productos de Los Pitufos cobraban vida por las noches y salían a danzar en las habitaciones de los niños. Una de las historias sobre estos casos habla de un niño cuyo cuarto fue decorado con un tapiz de los Pitufos, y a la mañana siguiente despertó con el cuerpo repleto de manchas rojas asegurando que los pitufos habían sido los culpables.


Otros Casos:

              



                                                  

                                               

                                           


VÍDEO SOBRE LOS MENSAJES SUBLIMINALES DE DISNEY:




ASÍ QUE AHORA TENGAN CUIDAD CON LO QUE MIRAN!!!!!